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La afición de Brasil entre los nervios y el optimismo esperan en Belo Horizonte

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BELO HORIZONTE, 7 jul (Reuters) – Belo Horizonte no tiene selva amazónica, playas soleadas o el estadio Maracaná, y se ha quedado un poco atrasada en cuanto a la fiesta mundialista que ha vivido Brasil si se la compara con otras sedes más glamorosas.

Sin embargo, en la víspera de la gran semifinal del martes entre el anfitrión Brasil y Alemania, la capital estatal y centro comercial parece finalmente haber entrado a la fiesta.

Los residentes con la fortuna de tener entradas para el partido preparaban pintura para rostros, pancartas y sus amadas casacas de Brasil para convertir al estadio Mineirao en un intimidante mar amarillo.

El resto de la ciudad, de unos 2,5 millones de habitantes, ya estaba colocando banderas y planeando fiestas o reuniones en bares para el martes por la tarde.

«No puedo esperar por el pitido inicial. Estoy cocinando para toda la familia para que puedan comer y mirar al mismo tiempo», dijo Maria Goncalves, de 37 años, mientras caminaba alrededor de un lago en un parque junto a cuatro niños con globos amarillos.

«¡Vamos Brasil! ¡Hagan historia, háganlo por nosotros!», agregó.

Al igual que otros hinchas extranjeros que llegaron a Belo Horizonte para los cinco partidos que recibió la ciudad hasta el momento, los seguidores alemanes no pudieron deleitarse con la estereotípica atmósfera «brasileña» formada por playas y selvas.

No obstante, se mostraron contentos de poder disfrutar de algunos de sus buenos restaurantes, la arquitectura de Oscar Niemeyer y especialmente de las caipirinhas.

«Francamente esto es un poco aburrido, podríamos estar en Europa», dijo Jans Baumgartner, de 25 años, sentado junto a una fuente en la Plaza de la Libertad.

«Aunque anoche comimos buena carne y todavía estamos dejando los efectos de algunos tragos. De cualquier modo, lo que queremos es que gane Alemania. El resto no importa», agregó.

Por su parte, los brasileños rezan para que eso no ocurra.

Un «Mineirazo» podría pesar sobre la psique de la nación como lo hizo el famoso «Maracanazo» en 1950, cuando Uruguay sorprendió a todos en Río de Janeiro y ganó el único otro Mundial que Brasil había organizado.

Sin embargo, Brasil tiene por delante un reto difícil. No contará con su delantero estrella Neymar, descartado para lo que queda del torneo por una fractura de vértebra, y tendrá enfrente a una Alemania que ha mostrado solidez en su camino a semis.

«Estoy aterrorizado. Mañana a la noche voy a vivir el día más feliz de mi vida o voy a querer enterrarme en un pozo y dormir por un año», dijo Paulo Correia, de 19 años, encargado de un puesto callejero que vende casacas de fútbol.

Aunque no tiene las habituales atracciones de Brasil, Belo Horizonte sí disfruta de una enorme tradición futbolística por ser hogar de Atlético Mineiro y Cruzeiro, dos de los clubes más importantes del país.

Además, la atmósfera en el Mineirao, elegido para la semifinal por ser el segundo estadio más grande de Brasil -con capacidad para 58.000 espectadores-, ha sido fenomenal en lo que va del Mundial, sobre todo en el agónico triunfo de Brasil ante Chile en la definición por penales en octavos de final.

Más allá de Belo Horizonte, los brasileños sueñan que el camino de su selección continúe hasta la final del 13 de julio, que tendrá lugar en el Maracaná.

 

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