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COLUMNA | La ilusión del juego

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Miguel Vallenilla, Santiago – Cuando hablamos de la Selección Nacional de Venezuela, los sentimientos se involucran. Es una especie de autodescubrimiento entre el amor y odio que ésta puede evocar en nosotros. Por estas razones es que todo un país se vuelca a querer saber, apoyar o reclamar los resultados o maneras de ser llevado la conocida Vinotinto por más que el desconocimiento del espectador pueda ser bastante escaso.

Chile está frío. El país que organiza la Copa América tiene un clima bastante hostil para el “caribeño”, pero no tanto para los jugadores participantes. ¿Es posible que aquellos que hicieron el viaje a este rincón sudamericano sientan calor?, sí. Observar la participación de Venezuela te asegura una adrenalina de principio a fin, y es allí que cualquier molestia natural se te borra de la mente. El frío desaparece, el cansancio, o recuerdos negativos. Es la Vinotinto la encargada de aflorar las emociones más sentimentales a la hora de ver rodar un balón de fútbol en un campo de juego.

Ahora está la ilusión. El propósito de alcanzar subir escalones en una competición donde otros once naciones buscan el mismo resultado. El encargado es Noel Sanvicente, un estratega que se ha ganado con mucho trabajo el llegar a estas instancias como entrenador. Se le fue esquivo, y como siempre tuvo que saber sobrellevar dificultades que aún hoy debe solucionar. Los resultados anteriores al torneo generaron dudas, incluso hay quienes esperan cualquier derrota para golpearlo si es posible, ya que Venezuela es de dos vertientes, o estas de un lado o estás del otro. O eres bueno o eres malo.

Sanvicente puso once jugadores ante Colombia que hicieron brillar nuestros ojos. Un estilo de juego que mostraba el buen tratamiento del balón, las buenas maneras de atacar. Es decir, una selección que pasó de esperar, a querer proponer. Ser protagonista. Y fue un cabezazo de Salomón Rondón quien apareció para decretar un hermoso triunfo ante Colombia. La Vinotinto se mostró ante la gente con otra cara, el estilo más cercano de lo que busca lograr Sanvicente, incluso sabiendo resguardar su arco como en la mejor época del once de César Farías.

Es tanta la ilusión que ya dicha vertiente apuntaba a que había que ganar sí o sí el siguiente partido. No pudo ser. Una expulsión fue el punto de inflexión de un encuentro que dominaban los venezolanos, y que aunado al siempre protagonista árbitro boliviano Raúl Orosco, decretaron los rostros tristes tras el gol de Pizarro, en la increíble única llegada de Perú tras un error de nuestros hombres más regulares.

¿Hay desilusión?. No debería. El juego que muestra Venezuela es de jerarquía. La victoria ante Colombia es una demostración de lo que se puede alcanzar cuando los jugadores reconocen la importancia de un encuentro, y se logra catapultar las ideas de un estratega que siempre ha admirado el toque y la ofensiva. La derrota ante Perú demuestra que siempre hay que estar alerta a los mínimos detalles como puede ser una expulsión tan temprana, y que cambia rotundamente las pretensiones previas al juego. Igualmente, abiertos a todas las posibilidades que ocurren en un juego, Venezuela seguirá corrigiendo a la marcha.

Viene Brasil. Tanta historia y un nombre que te implora temer antes del enfrentamiento. Ahora, tampoco debería haber temor. Brasil ha bajado su ritmo, y Venezuela ha mostrado seguridad. No será fácil para los brasileños, y tampoco difícil para los venezolanos. Los Vinotintos tienen el alma de Venezuela en la sangre. Reconocen lo que es ser sacrificado y tienen un hambre de gloria que ha renacido tras estas dos actuaciones. Como dice Rondón, los rivales tendrán que sudar sangre.

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